Yannakis
alcanzó la gloria en el año 1987, en un Eurobasket ácido,
salvaje...Grecia revienta los pronósticos y junto a Nikos Gallis
forman una pareja letal, incontrolable en la selección y el Aris de
Salónica. En aquellos años había dos binomios claros en las ligas
europeas: Aris y Paok, Maccabi y Hapoel. El primero en Grecia, el
segundo, con capital en Tel Aviv.
Yannakis
vino a jugar al Príncipe Felipe con el Aris a comienzos de los años
noventa. Eran los años sin patrocionador, los años del Natwest, los
años de Pesquera y los 50 puntos por partido. Los años de Turner el
segundo gordo (menos que Turpin, menos mito), el primer Turner. Menos
de dos metros...John Turner era el segundo gordo-eso ya lo he dicho-,
el primer Turner-eso también-, pero me recuerda al actual Joseph
Jones.
No me
preguntéis por qué.
Yannakisvino a jugar al Felipe y ya no estaba con Gallis. Gallis había
huido. Todos huían de los equipos en el baloncesto de comienzos de
los noventa. Luego Fassoulas, luego Herreros, luego Azofra.
Perdonamos pero no olvidamos. Ganaron los griegos porque tenían que
ganar y Yannakis jugó cuarenta minutos.
Y
vomitó en el banco. Solo se tomó unos segundos, pero vomitó por el
esfuerzo. Más cerca de cuarenta que de treinta. Yannakis era el
mito, el verdadero mito de pelo imposible, leche fermentada, carne
especiada, Yannakis fue el que primero se enfrentó al monstruo
soviético, el primer duende de los balcanes. Yo vi jugar a Yannakis.
El
martes pasado el CAI volvió a Europa. Los gofres parecían
indigestos al principio, pero la cosa se resolvió muy rápido y muy
bien. No era el Maes Pils, no era el Charleroi, no era ni el Nashua
Den Bosch de Paul Thompson (por proximidad). Ganaro. Seguimos.
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