lunes, 18 de noviembre de 2013

Nate Davis, el extraterrestre‏ (por Víctor López)

Este sábado el viejo Pabellón de La Malata de Ferrol volvió a abrir sus puertas para ver baloncesto, para recordar lo importante que esa ciudad y ese pabellón fueron para este deporte. Hace unos años leí un artículo en El País que se titulaba “Ferrol, la ciudad perdedora”, es posible. Ferrol, de ser la tercera ciudad en población de Galicia ha pasado en 25 años a ser la séptima y sigue sin tocar fondo. Pero como siempre es un buen momento para la nostalgia y la reivindicación de los buenos tiempos mientras escribo esto me pongo la canción de Loquillo “Cuando fuimos los mejores”. Y si, Ferrol fue la mejor ciudad, y el OAR (Clesa) el mejor club, y lo fue gracias al baloncesto, y nosotros fuimos los mejores gracias a ese club, gracias a jugadores de aquí pero también a jugadores de fuera, y lo fuimos gracias a todos ellos, y lo fuimos gracias a Nate Davis.

Nate Davis el extraterrestre, Nate el jugador más cercano al público, Nate al que imitábamos con su suspensión prodigiosa, Nate el único. Cuando era pequeño Davis me parecía un apellido fantástico, me parecía EL APELLIDO, todos queríamos tener ese apellido y pensaba que en EEUU Davis era como aquí López, Pérez o Rodríguez. Nate lo tenía todo, el apellido yankee, raza negra, alero tirador, brincador, matador, anotador (si, no defendía nada, pero a quién le importaba eso…..).

Nate llegó a España de la mano del Akatuak sustituyendo a otro volador, otro fuera de serie como “helicóptero” Essie Hollis en el año 1979. Luego al Miñón Valladolid hasta 1982 (haciendo pareja-espectáculo con Carmelo Cabrera, por circunstancias de la vida yo iba con mis padres a Valladolid todos los años y lo vi jugar en aquel pequeño pabellón del Pisuerga) para recalar la temporada siguiente en el Obradoiro de Santiago. Y yo me preguntaba qué hacía en ese equipo, por qué no estaba en el nuestro, hasta que en la temporada 1983-84 llegó a Ferrol, y nos enamoramos de Nate. Pero antes de eso fue drafteado por Chicago Bulls, si, pudo llegar a ser compañero de Jordan, si, me lo imagino y me muero de emoción, Jordan y Davis juntos, un sueño,

Domingos a las 12 horas, Pabellón de Punta Arnela primero y La Malata después, Nate saltando, Nate ganando (qué duelos con Russel del Estudiantes, esos partidos eran como un dos para dos, Pinone canasta, Bill Collins canasta, Russel mate, Davis otro más potente, espectáculo). Pipas en el pabellón, fanta de naranja (ahora en el Príncipe Felipe y 30 años después sigo con el ritual de mis pipas y de mi fanta), familia, amigos, primeras miradas a las chicas, orgullo de equipo, de ciudad ganadora, de Nate.

La memoria me falla, no recuerdo bien el contrincante, pero en mis sueños de baloncesto siempre aparece aquella imagen de Nate, seguramente lo he idealizado con el paso del tiempo, seguramente no fue del todo así, seguramente mezclo imágenes de varios partidos, me da igual, quiero recordarlo de esta forma: Jugábamos la Copa Korac contra un equipo francés, o belga, no recuerdo bien repito, eran las eliminatorias directas, habíamos perdido por 5 en la ida, había que remontar. El partido de miércoles llenó La Malata. Partido igualado, quedaban pocos segundos y ganábamos de 4, Nate cogió rebote defensivo, quedan 5 segundos, sube la pista botando, el público se levanta, grita, corre Nate corre, y, de repente, cuando todos pensábamos que penetraría, se para en la línea de 3, se levanta….. no Nate no!!!!!, no tires de tres que llegaba con una de dos, falla!!!!!!

Medio segundo de desilusión……. hasta que de pronto, volando por encima de sus defensores, emergiendo de entre los mortales, Nate aparece, llega al rechace de su propio tiro y en el aire anota la canasta, ganamos de 6, clasificados, Nate gana, OAR-Clesa gana, Ferrol gana.

El sábado yo estaba a más de 800 kilómetros del homenaje a Nate y seguí por Twitter a amigos en el pabellón, vi fotos de gente con Nate, yo no tengo ni una foto con Nate, era tan cercano que siempre decía, ya me haré una…..pájaro en mano….. Un día Nate se rompió la clavícula y estuvo de baja mucho tiempo, compartía vestuario con un recién llegado, otro saltador, otra leyenda para Ferrol, Anicet Lavodrama, y Nate no volvió, a Rey muerto Rey puesto dicen. Pero para todos los aficionados ferrolanos que recordamos aquella época de nuestra ciudad, siempre, repito, siempre Nate Davis será el más grande. Y mientras espero un par de semanas a que se emita el programa de Informe Robinson dedicado al homenaje a Davis no pararé de escuchar “Cuando fuimos los mejores”, porque lo fuimos si, porque lo somos. 

martes, 12 de noviembre de 2013

Los cuatro días (por Octavio Gómez Milián)

de Dunkerke.

En Francia han paralizado el baloncesto. Una vez más, rebanaron a su aristocracia y encumbraron a emperadores caducos de ojos bizcos. No había más que Pau-Orthez y Limoges. Después, en un lustro, el Cholet. Dimos y recibimos. Rigaudeu, como un Bodiroga de primera hornada, base-escolta, todo en uno, besando el suelo por el que pasábamos. Pau y Orthez, dos ciudades y el Limoges de Malkovic, jugando a cincuenta, como Pesquera. Cincuenta lágrimas por cada ojo las que soltó Zdoc el día que la sangre llegaba a los Balcanes y no lo permitieron celebrar con sus compañeros la victoria de Yugoslavia.

Los eslovenos tuvieron suerte y escaparon de la masacre. Pero Zdoc lloró y perdió su oro. El oro de Zdoc. Y luego llegó Jim Bilba, que no llegaba a los dos metros. Y ganaron la Euroliga. El Pau-Orthez, el Limoges...el Cholet. A veces el Racing de Paris.

Pero han llegado hasta la Bastilla: Nanterre, Estrasburgo y Gravelines.
Nombres sin historia.
Napoleones, transitorios, gallos, gallitos.
Batum, te estoy vigilando.

Esta noche es decisiva.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Amor (II parte)

Amo  las muñequeras de Michael Cooper y sus calcetines largos, larguísimos. Las medias blancas de Tillmon, que jugó en León, muy subidos, hasta la rodilla. Amo la camiseta blanca interior de Norris y la camiseta blanca interior de Waiters y las muñequeras de MacDoo en los Buffalo Braves y sus patillas y las muñequeras de Orlando Wooldrige y el doble cero y el doble cero de Robert Parish y las muñequeras de Robert Parish. 
Amo la espalda de Larry Bird, destrozada, machacada. Amo a Gene Hackman diciendo: esto es Indiana. Amo a Clarence Kea con dos metros justos jugando en Orense y antes en la Roma. 
Y los mil rebotes de Clarence Kea, los amo también. 

Roma o las muñequeras de Michael Cooper por Octavio Gómez

¿Os acordáis de Roma? No recuerdo la final de la Copa de Europa, pero recuerdo que el patrocinador era el Banco di Roma. Larry Wright se llamaba. El base americano, los italianos tenían bases americanos porque sus pivots nacionales eran duros, muy duros: Meneghin y la dupla de Pesaro: Magnifico y Ario Costa.


Nosotros languidecíamos con Romay y Aldama en Barcelona 92. Yo vi jugar a Santi Aldama y Fontent es Patrick Ewing comparado con él. Santi Aldama es un mito, flaco, flaquísimo...el CAI con su cantera: Dani Álvarez, Hernández, Murcia...y más tarde los hermanos Angulo, Rogelio Legasa. Dani Álvarez estudiaba para Ingeniero. Un buen quinteto: Álvarez, Angulo, Hernández, Murcia y Aldama.

Me voy del tema. Porque he empezado hablando de Roma. De la Roma campeona de Europa, de la Roma donde jugó George Gervin, el puto hombre de hielo...jugó con mil años y luego jugó con mil y un años en Manresa.

Os acordáis de la Roma de los noventa, cuando Il Messagero di Roma. De eso no os habréis olvidado, ¿verdad? Había pasta, mucha pasta. Un año Danny Ferry, prometía, prometía mucho, pero era un niño mimado, su padre era jerifalte en el draft maldito de Sean Elliot, Pervis Ellison (dios, qué cruz, peor que Danny Manning) o Glen Rice. Ferry la lió, no quería jugar con los Clippers perdedores, con los Clippers del infierno. En ese Draft estaban Tim Hardaway (Don Nelson demostraba que al ataque se jugaba con tres bases...y Manute Bol cerrando la zona), estaba Dana Barros y Shawn Kemp (el animal Bannister del futuro, del instituto a la NBA, un comeniños) con los Sonics, BJ Amstrong en el trabajo sucio de los Bullos...y los Lakers, muy serios, dijero que Vlado Divac iba a sustituir a Karem...y lo hizo. En el Draft del 89 estaban Dyron Nix (que jugó en Málaga), Jeff Martin, que jugó en el CBZ del gordo Turner, estaba uno de los grandes, Dino Radja...acababa de ganar con la Jugoplastika su primera Copa de Europa. Manos grandes, Dino Radja...el reverso serio de Toni Kukoc. Talento.

Me he ido, Danny Ferry, niñato, niñato. Il Messagero las pone sobre la mesa y ficha a Ferry y al base de los Celtics Brian Shaw. Americanos de verdad, nada de saldos... en el CAI viniero Alexander Belostenny, más cerca de Tachenko que de Sabonis (y lo sabéis). Davis, era bueno, lo habíamos visto jugar en los Bucks...y luego llegó Pat Cummings, tenía un cromo de Pat Cummings jugando en los Clippers. Shaw y Ferry. Eran millones y millones de liras, la lira no valía nada, la lira era una broma, eran acciones de internet, eran mortadelos, eran fotocopias de liras y liras.

Al año siguiente, Dino, el gran Dino Radja y el mito, Michael Cooper, el suplente de Magic en los Lakers del Showtime Michael Cooper fibroso, con sus muñequeras, no olvidaréis nunca las muñequeras de Michael Cooper, eso eran muñequeras, como las de Robert Parish, muñequeras americanas, de verdad. Era serio el dinero del Mensajero de Roma. Y el último año del Mensajero llegó Mahorn, el bad boy maldito, el tipo que no fue protegido en el draft de expansión. ¿ A quién queréis, a Edwars o Mahorn? A Edwards, a Edwards...nuevo barrabás de bigotes mexicanos.

Amo a la Virtus de Roma porque nos hacía soñar, porque traía a jóvenes ricos sacados de libros de Brett Easton Ellis y a glorias pasadas, pasadísimas. Eran los noventa y todavía vivíamos en los ochenta. Amo a la Virtus de Roma y a las muñequeras de Michael Cooper.

Amo  las muñequeras de Michael Cooper y sus calcetines largos, larguísimos. Las medias blancas de Tillmon, que jugó en León, muy subidos, hasta la rodilla. Amo la camiseta blanca interior de Norris y la camiseta blanca interior de Waiters y las muñequeras de MacDoo en los Buffalo Braves y sus patillas y las muñequeras de Orlando Wooldrige y el doble cero y el doble cero de Robert Parish y las muñequeras de Robert Parish.

Amo la espalda de Larry Bird, destrozada, machacada. Amo a Gene Hackman diciendo: esto es Indiana. Amo a Clarence Kea con dos metros justos jugando en Orense y antes en la Roma.

Y los mil rebotes de Clarence Kea, los amo también.

La Virtus juega el próximo miércoles contra el CAI en el Felipe. Venid, amor, amor, amor. Y Roberto Premier.  

martes, 29 de octubre de 2013

Rock y basket

Muere Lou Reed unos días después de que el CAI pierda en Berlín. Un verano de finales de los noventa estuve de juerga con un jugador del CAI que acababan de cortar en la selección española de baloncesto. Era un tipo con narices, un talento puro. Estuvimos viendo un concierto en el Centro Cívico Delicias y terminamos en la King Kong.

Alemania como la gran mentira del baloncesto: Uwe Blab y Christian Welp, dos veinte o más. 1.5 puntos por partido, 0,7 rebotes...

A Fernando Martín le partió la nariz Kevin Duckworth en la liga de verano de los Portlan Trail Blazers. Diez días de contrato. Luego fue pivot titular de los Blazers supcampeones: Terry Porter, Clyde The Glyde Drexler, Jerome Kersey...y Duckworth. Kevin Duckworth murió hace cinco años, 44 años. Rockandroll en Portland. Y Drazen Petrovic. No nos olvidemos de Mozart, aunque no sea esto rockandroll. Buck Williams, Clifford Robinson... los Blazers de finales de los ochenta. Algunas noches sueño con Jerome Kersey, un segunda ronda del draft, eso me fascinaba.

Me fascinaba las sexta ronda del draft, los que sobreviven...los viejos perros de sonido filadelfia, sexta ronda del draft amigo, eso es mucha morralla delante. Moses Malone, con las manos en el barro, el gorila Dawkings, Gomelsky viviendo el sueño europeo en Tenerife.

Me acuerdo de la electricidad: al nueva era de Trecet vs el HipHop de Dr.Loncho.


Bélgica, Holanda y la Gran Bretaña, la gran mentira del baloncesto. Islancia, Finlandia, Suecia, tercera gran mentira del baloncesto. Los negros del baloncesto: di no al tercer americano. Se sientan en el suelo, rezo a Díaz Miguel. Os acordáis, antes del "angolazo"...se sentaron en el suelo, di no al tercer americano.


El día que perdimos contra China estaba con una chica. Era de noche, no era el día que perdimos contra China. Traté de besarla y me mandó a la mierda. Perdimos contra China, Lolo, me lo habías prometido. Johny Rogers tenía más suerte, besaba a chicas por las esquinas. Como Brad Branson, las chicas de Valencia tienen más gusto que otras con el baloncesto.

El norte como la gran mentira del baloncesto: Álava, Guipuzcoa, Bilbao. ¿De verdad? Davalillo y Aitor Zárate. Un tal Alonso, un 2.05 que era escolta. Todo mentira.


Los georgianos asustan. Vamos 2-1. Hay que liarla.  

por Octavio Gómez Milián

Ciudades en camiseta por J.Albericio&Javier Burguete (BalonZesto.net)

Es un nuevo concepto, una genialidad del marketing futuro, el modelo de comunicación más revolucionario: la promoción postmodernista de un territorio que reconoce que el turismo ha de ser uno de los vértices de su progreso.

Por todo eso, hemos prescindido del don de la palabra, del arte de la letra, de la certidumbre de la visibilidad, para depositar toda nuestra fe, y nunca resultó más apropiado el término, sobre una entelequia etimológica de ignotas consecuencias.

Sabemos que el club se llama Basket Zaragoza 2002, que sus rivales allende los mares lo conocen como el equipo de Zaragoza, Saragosse, Saragossa, Salduie, Caesar Augusta. Que uno de los patrocinadores estampa su “Zaragoza Deporte” en los bajos del pantalón, desde donde ruge un león rampante inaudible. Por eso mismo somos conscientes de que el punto que concentra todas las miradas durante un partido de baloncesto, es la camiseta de tirantes bajo la cual destacan los abultados e innumerables músculos de los gigantes, de los héroes mitológicos que buscan la canasta como destino único y vital, de los gladiadores que defienden con sus fundamentos y habilidades los colores que representan a un club y a una ciudad.
A finales de octubre de 2013 una noticia en Heraldo sobre los informes de la Cámara de Cuentas conquistaba nuestros corazones: “La Consejería de Presidencia (del Ayuntamiento de Zaragoza) dio bajo un contrato de patrocino 1,4 millones al CAI Basket en 2011, que la Cámara de Cuentas considera que podría “ocultar la existencia de una subvención concedida al margen de la ley”. En su informe, señala que no se puede verificar la existencia “de una real equivalencia entre las prestaciones hechas por ambas partes”. Indica que la memoria económica, sin fecha ni firma, no justifica el importe y que el CAI no ha cumplido sus compromisos. N.A.M.”. Ni aquel año, ni los siguientes, el nombre de Zaragoza volvió a aparecer como sostén del patrocinador principal del equipo, la CAI. Con anterioridad, hasta el primer año en que disputó la ACB, el rótulo de Zaragoza había identificado al club rojillo por las mejores pistas de la Segunda División (la LEB) y no solo por figurar en las camisetas de entrenamiento. Fue volver a la élite y dar comienzo ese desapego territorial…

No se trata de que el actual equipo de basket de Saraqusta luzca una tipografía tan identificativa como la que le imprimió José Luis Rubio en los años ochenta al antiguo CAI (que, todo sea dicho de paso, no pudo mantener en los sucesivos patrocinios de Banco Natwest y Amway). El tan odiado y tan admirado presidente del CBZ, que traía modelitos originales made in USA para su equipo fuera a la última, supervisaba personalmente la serigrafía del nombre de la ciudad; para él ese matiz era tan importante como fichar al mejor americano de turno. Nos conformamos, treinta años después, con las mayúsculas que decoran el escudo del equipo y que ya lustraron la equipación oficial.

Aragón y su nueva marca Á, sí ha sabido impregnar, a través de los convenios para la Promoción del Deporte y la Difusión de la Imagen de Aragón, de un sentido a la inversión pública que realiza. Y a día de hoy es la región la que se pasea letra a letra por Europa. Porque el CAI, en su primera temporada disputando una competición continental como la Eurocup, sigue luciendo el pecho vacío, y pudiendo erigirse como referente de una ciudad que está de moda (porque Zaragoza, en muchos ámbitos, está de moda), prefiere seguir siendo estandarte apátrida de un lugar que muchos califican como ciudad de baloncesto pero que irremediablemente necesita un sujeto para tan rimbombante frase.

Si contemplamos desde un punto de vista marketiniano el tema de las camisetas, podemos afirmar que los dos modelos puestos a la venta por el club esta temporada (recuerden, primera en la historia del club que se compite a nivel internacional) son idénticos, a excepción del logo de la competición continental, una medalla azul en la base de uno de los tirantes que sustituye a la enseña de la competición doméstica de la Liga Endesa. ¿Y si la diferenciación entre productos hubiera venido dada, aun con el mismo diseño repetido del año anterior, de la mano del nombre de la ciudad colocado en la parte frontal?

Los equipos de la NBA procrean alternate jerseys, recuperan modelos vintage y pronto darán al aficionado la oportunidad de llevar al parquet sus propios diseños para el equipo de sus amores. Allí están obligados a lucir en una de sus indumentarias el nombre de la ciudad (medida que bien podría aplicar la ACB si quiere alguna vez potenciar la venta de este tipo de productos). Pero el modo en el que la franquicia de los Nets organizó su traslado a Brooklyn (que es un ¡barrio! de Nueva York) y montó su estrategia de merchan, da una ligera idea de la importancia que tiene en la mejor liga del mundo la identificación del equipo con la ciudad en la que juega. Ya que, dicen, no volverán los tiempos en los que sean mayoría de jugadores zaragozanos los que se enfunden la camiseta del CAI para poder representar a Zaragoza jugando al baloncesto, consigamos una mayor vinculación imprimiendo el carácter y la sonoridad del nombre de nuestra ciudad a la camiseta de juego. Así que: #PongaZaragozaEnSuCamiseta antes de que, por cuestiones económicas, tenga que figurar Georgia como destino turístico de primer nivel, por poner un ejemplo.

Y dejemos a la ciudades en camiseta.

Jorge Albericio
Javier Burguete
Galería de Fernando Radigales (fotos)

viernes, 25 de octubre de 2013

La importancia de los bases

El pasado domingo estrenó el CAI la temporada 2013/2014 en el Príncipe Felipe y lo hizo con una dura derrota. Dura sobre todo por lo inesperada, porque se había dado una gran imagen en los dos primeros partidos oficiales de la temporada, en Bilbao en la 1ª Jornada de ACB y en Zaragoza en el debut europeo contra el Belfius belga. El Canarias se mostró tal como es, ni más ni menos, con jugadores de sobra conocidos pero también con desconocidos que cumplen su papel a la perfección, un equipo serio que sabe a lo que juega, muy conjuntado y práctico. Todos los que asistimos al partido pudimos ver que se perdió por la empanada con la que los chicos de Abós salieron al campo en el minuto 1 y que ya no consiguieron sacarse de encima durante toda la tarde. Sin embargo quiero resaltar algo que me preocupó de cara a esta temporada y que percibí a lo largo del partido, algo que, además, me viene como anillo al dedo para hacer un pequeño resumen de la segunda jornada de ACB: La importancia de los bases.


Todos hemos de reconocer que el base del Canarias Ricardo Uriz se merendó completamente a nuestros dos bases Llompart y Tabu. No quiero con esto cargar culpas contra ellos, para nada, los dos me parecen buenos bases, aunque a Tabu aún no nos ha demostrado lo que, por ejemplo, demostró en el pasado Eurobasket. Con Pedro Llompart no tengo absolutamente ninguna duda, me parece de los mejores bases de nuestra liga y tiene un grado de compromiso brutal (aún recuerdo el partido de la temporada pasada en el Príncipe Felipe contra el Valencia en los play-offs). Pero los números lo dicen todo: Tabu 0 de valoración y Pedro 11, mientras que Uriz se fue él solito a 20 de valoración con 4 de 5 en tiros, 5 rebotes y 7 asistencias.

La importancia de los bases: repasemos la segunda jornada de la ACB y comprobemos lo que sucedió en partidos en los cuales los bases sobresalieron de forma importante: en la victoria del Estudiantes Quino Colom hizo 9 de 11 en tiros, 4 rebotes y 7 asistencias para 27 de valoración; en la del Hebalife Gran Canaria (ojito con este equipo este año y el salto de calidad de la plantilla con la incorporación de Oliver y Nacho Martín, a mi entender uno de los mejores equipos ACB entrenados por un grandísimo Pedro Martínez) Oliver 7 de 9 en tiros, 4 rebotes y 7 asistencias para 21 de valoración y Bellas 7 de 9 en tiros, 4 rebotes y 5 asistencias para otros 21 de valoración. En la victoria de Unicaja Granger 9 de 12 en tiros, 2 rebotes y 8 asistencias para 17 de valoración y por último en la del Real Madrid Sergio Rodríguez 8 de 14 en tiros y 13 asistencias para 21 de valoración. Obviamente en el baloncesto actual los grandes pivots siguen dominando, los aleros y escoltas tiradores siguen siendo fundamentales pero yo sigo defendiendo el puesto de base como algo que marca la diferencia en los grandes equipos (otro día hablaremos de Parker y la selección francesa).


Volviendo a nuestro CAI quiero reiterar mi admiración por Pedro Llompart, para mi es un grandísimo jugador. Si bien el año pasado todo el mundo alabó el trabajo del capitán Pablo Aguilar y como recompensa fue a la selección, yo pienso que nuestro mejor jugador el año pasado fue Pedro. Y digo más, Aguilar fue a la selección porque renunciaron Pau Gasol, Ibaka y Felipe Reyes, si no hubiera sido así jamás tendría sitio. Pues bien, imaginemos que en el puesto de base faltaran Calderón, Ricky y Sergio, ¿quién puede tener la duda de que Pedro no hubiera sido seleccionado después de las dos última temporadas en Zaragoza y Alicante?.


La importancia de los bases: lo que vimos el otro día en el Príncipe Felipe puede ser premonitorio, si Llompart no funciona lo pasaremos mal este año, Tabu es toda una incógnita aún, pero si Pedro tiene que llevar la manija del equipo mas tiempo de lo que su físico le deja lo pasaremos mal. Si esto sucede siempre nos quedará una bala en la recámara, bala de futuro: ¿cuándo Abós empezará a confiar y a darle minutos al joven Marín, la mayor perla de nuestra cantera?

domingo, 20 de octubre de 2013

Yo fui oficial de mesa por León Vela

Este texto era para la semana pasada, pero ….. Cierto, la semana pasada se renovaba la ilusión de una nueva temporada del C.A.I.. Ilusión que no nos la hizo perder el Euro basket de Eslovenia (qué nivel el demostrado, no sólo por España, sino por todas las selecciones incluida la ganadora Francia –excepción, a mi ver, de Finlandia-) Fases de adaptación de todos los equipos a la vez? Ufff..., tantas preguntas (aunque sólo ponga una) sin respuestas
Los inicios de temporada eran intensísimos para un miembro del colegio de árbitros. Sí, yo estaba colegiado en la Real Federación de Baloncesto. Repasar reglas, incluir las nuevas (yo fui testigo de la implantación del 1+1 en la faltas personales, de la limitación de posesión del balón a 24 segundos, de los 6, 25 para los tres puntos, de los tres árbitros en categorías nacionales,…..)


Iniciabamos nuestra andadura con la estela de un C.A.I. victorioso de la Copa del Rey (que en ese momento dirigía León Najnudel) y , por que no decirlo, jugadores frustrados sin equipo (el instituto ya acababa y otro orden entraba).


Comenzábamos con mitos. Muchos mitos. Y la mayoría americanos. Nos alimentábamos visualmente en “Basket” de Francisco Vitoria. Pero fueron cayendo por puro peso. Los Jordan, Jabbar, Bird, y compañía metían canastas inverosímiles y decisivas, pero fallaban….. la tira. Y así, nuestros mitos se acercaban a nuestra realidad más inmediata.

El genio de Macipe en los banquillos de los distintos equipos (Helios, Olivar, ….), de la primera mujer árbitro Maribel Roche ( a la que siguieron otras como Mónica Heredia, Silvia Belarre), a la seguridad que daba en la cancha el arbitraje de Antonio Gallo (cuando te tocaba, él ya estaba en Nacional y no era muy frecuente encontrártelo en las pistas) y/o de compañero en la mesa de anotadores de Luis Aramburu, las pistas de Jesús María El Salvador donde te mimaban, la super cantera que suponía el C.A.I junior

Idealizábamos un baloncesto teórico en las tertulias donde no aparecían apellidos impronunciables, en el que no memorizábamos fechas y lugares porque teníamos cientos (en aquellos años 90 solíamos hacer una media de cuatro partidos cada fin de semana –de todas las categorías-). Pero nos encantaba analizar a quién nos había tocado en suerte como compañeros, los equipos en cuestión, la suerte de un posible desplazamiento (se cobraba dieta) y, sobre todo, disfrutar de la gente. Buena gente

Como la que te encontrabas en Daroca con el super equipo formado alrededor de Zeravika, o en las pistas de Bajo Aragón – imborrable el partido cadete contra Maristas para una fase nacional-, o en La Almunia de Doña Godina, donde salimos escoltados por la Guardia Civil después de perder por un punto contra Stadium Venecia para el ascenso a la segunda división y tantas otras pistas donde siempre reinó la deportividad.

sábado, 19 de octubre de 2013

Yannakis en Zaragoza (el último recuerdo europeo) por Octavio Gómez Milián


Yannakis alcanzó la gloria en el año 1987, en un Eurobasket ácido, salvaje...Grecia revienta los pronósticos y junto a Nikos Gallis forman una pareja letal, incontrolable en la selección y el Aris de Salónica. En aquellos años había dos binomios claros en las ligas europeas: Aris y Paok, Maccabi y Hapoel. El primero en Grecia, el segundo, con capital en Tel Aviv.

Yannakis vino a jugar al Príncipe Felipe con el Aris a comienzos de los años noventa. Eran los años sin patrocionador, los años del Natwest, los años de Pesquera y los 50 puntos por partido. Los años de Turner el segundo gordo (menos que Turpin, menos mito), el primer Turner. Menos de dos metros...John Turner era el segundo gordo-eso ya lo he dicho-, el primer Turner-eso también-, pero me recuerda al actual Joseph Jones.

No me preguntéis por qué.

Yannakisvino a jugar al Felipe y ya no estaba con Gallis. Gallis había huido. Todos huían de los equipos en el baloncesto de comienzos de los noventa. Luego Fassoulas, luego Herreros, luego Azofra. Perdonamos pero no olvidamos. Ganaron los griegos porque tenían que ganar y Yannakis jugó cuarenta minutos.

Y vomitó en el banco. Solo se tomó unos segundos, pero vomitó por el esfuerzo. Más cerca de cuarenta que de treinta. Yannakis era el mito, el verdadero mito de pelo imposible, leche fermentada, carne especiada, Yannakis fue el que primero se enfrentó al monstruo soviético, el primer duende de los balcanes. Yo vi jugar a Yannakis.

El martes pasado el CAI volvió a Europa. Los gofres parecían indigestos al principio, pero la cosa se resolvió muy rápido y muy bien. No era el Maes Pils, no era el Charleroi, no era ni el Nashua Den Bosch de Paul Thompson (por proximidad). Ganaro. Seguimos.  

jueves, 10 de octubre de 2013

Absténganse euroescépticos (por Ignacio Pinilla)

En estos tiempos de euroescepticismo y recursos limitados, jugar competición europea es un regalo para cualquier afición. Si además esa afición ha padecido la travesía en el desierto de los años de la LEB – esa fatídica década larga en que nos arrastramos por pabellones de pueblo soñando con volver a la alta competición- el regalo se torna en premio para aquel aficionado que, año tras año, recomponía su orgullo herido, pagaba religiosamente su abono y se convencía a sí mismo de que algún día regresarían aquellos tiempos en los que su equipo recuperaría sus sitio entre los grandes.


El pasado sábado se sortearon los grupos de Eurocup. Y la bolita del CAI estaba dentro del bombo. El sorteo no fue precisamente amable en nuestro debut. Habrán de verse las caras con dos equipos con planteles muy sólidos plagados de internacionales como son el Alba de Berlín y la Virtus de Roma. Sobre el papel, los nuestros tienen sobrado potencial para conseguir hacerse al menos con la tercera plaza que da derecho a jugar la siguiente ronda. Pero que nadie piense que va a ser fácil; los rivales aparentemente más débiles de nuestro grupo cuentan con temporeros americanos que saben muy bien cómo hacer su trabajo.



Nos tropezaremos viejos y no tan viejos conocidos de la ACB, como el pivot canadiense Levon Kendall que militó en el Obradoiro las tres pasadas temporadas convirtiéndose en uno de los dominadores de la ACB en su posición y que ha pasado a reforzar al Alba de Berlín de los internacionales alemanes Jagla y Schultze. O el excelso escolta americano de pasaporte polaco David Logan, gran conocido de la afición Baskonista que recala también en Berlín tras su paso por otros grandes de Europa como Panathinaikos y Maccabi. Otro americano que comparte pasaporte georgiano con nuestra nueva dupla interior y al que vimos vestir las elásticas blanca y verdinegra es Quinton Hosley recein aterrizado en el Pallacanestro para engrosar las filas de la Virtus junto al francotirador Jimmy Baron de pasado guipuzcoano reciente. EL BCM Gravelines Dunkerque cuenta con el musculo del exNBA “Kooba" Diawara, el talento del internacional francés Bokolo y el instinto reboteador del californiano Marcus Lewis del que dejó buen muestra a su paso por tierras murcianas.



El pasado Eurobasket celebrado en Eslovenia ha retrasado la incorporación de los nuevos fichajes del CAI. Lo que sumado a la lesión del americano Roll ha propiciado una pretemporada un tanto atípica en la que Abós no ha podido apenas contar con el conjunto completo hasta la pasada semana. La imagen que se ha dado en los últimos encuentros es de un aparente déficit de conjunción entre sus piezas que ha generado dudas al respecto del rendimiento a corto del equipo.


La clave del arranque pasará por lograr rápidamente la conjunción del equipo para afrontar la exigente fase previa con garantías de éxito – la competición arranca 15 de octubre frente al Belfius Mons Hainaut Belga - y conseguir hacer del Príncipe Felipe una plaza fuerte como en la pasada campaña nacional. No cabe duda que la afición contribuirá a tales fines alentando al equipo como acostumbra. Está por ver qué tal se aclimata la plantilla a jugar dos competiciones simultáneamente. Se ha conformado una plantilla larga incorporando jugadores con experiencia europea que ayuda a afrontar este hecho con optimismo e ilusión.


Estoy seguro que muchos sienten esta misma ilusión al afrontar esta nueve etapa europea. A buen seguro rememoran los tiempos del huevo, los Magee, Davis, Arcegas, Zapata, aquella final de Recopa del 91, la lluvia de objetos sobre el parquet; A Fassoulas sosteniendo los pedazos del trofeo destrozado por su afición; ese trofeo que cambiamos por salir con vida de Ginebra, para bochorno de la FIBA. Muchos recuerdan aquello y el cuerpo les pide un cruce con el PAOK para ajustar viejas cuentas. Ruiz Llorente, integrante aquella mítica plantilla y de la prometedora plantilla actual, a buen seguro querrá sacarse aquella espinita. Podría ser un bonito homenaje póstumo para el tío Manel Comas. El tiempo dirá si el azar reedita aquel mítico enfrentamiento, y hasta donde llegará este esperanzador CAI Zaragoza. Sospecho que el transito hasta alcanzar aquellas cotas no será precisamente un camino de rosas. Pero Zaragoza nunca se rinde.


Por Ignacio Pinilla

martes, 1 de octubre de 2013

de D´Antoni a McDoo...

Hay momentos en los que todo empieza. El comienzo del pasillo, el recuerdo súbito. La final de la Copa de Europa de 1988. Tracer de Milán vs Maccabi de Tel Aviv.

En Bélgica. Todo era excesivo, auténtico, salvaje. Todo olía a exótico, los yankees a lo suyo, condenados al exilio, por viejos, por yonquis, por fracaso. Y eran buenos, muy buenos.

Judíos, la paz de Yahvé, la furia de Dios. Tel Aviv juega en Europa porque tiene miedo a un nuevo Yom Kipur sangriento. El Maccabi de Berkovich y el morfinómano Aulcie Perryera era parte de la historia, pero seguía siendo el Maccabi: muchos negros nacionalizados, una pareja como Ken Barlow y Kevin Magee y el heredero de la mano de Dios, Dorom Jamchi, con su camiseta amarilla perenne. Kevin Magee, el mito de la Zaragoza sumergida, hace la cuarta falta en el último minuto de la primera parte. Cuando Magee se va al banquillo entra Isaac Cohen. Cohen jugando para el Maccabi. Lover, lover, lover.

En el Tracer de Milán, quinteto inicial: Mike D´Antoni, casi cuarenta años, italoamericano antes de que existiera ese término. D´Antoni las mete de tres en tres y lleva bigote de estrella del cine para adultos. D´Antoni, que se nacionalizó italiano y jugó con la selección. D´Antoni, que es, hoy, entrenador de los Ángeles Lakers. Jugó los cuarenta minutos. En el dos, Roberto Premier. En el tres, Bob MacDoo. Otras cuatro décadas de historia, MacDoo que había jugado en los Lakers del Showtime, que había sido rookie y MVP en la NBA cuando todavía existía la ABA (y jugaban con balones de colores mientras el Doctor J era todavía joven). MacDoo jugaba en la NBA en la que los buenos se parecían más a los Harlem Globetrotters que a los gladiadores de Saint´s John. En el cuatro, Dino Meneghin, sucio, muy sucio, musculado como un Stallone de barrio. Meneghin, sí, más de lo mismo, cuarenta años y la quinta a ocho minutos de terminar. En el cinco: Ricky Brown. Máximo anotador. Brown siempre de espaldas, punteando en suspensión, un poco hacia atrás. Un lustro después robaría un balón que le daría un título al Madrid. Asumámoslo, Roberto Premier, Ricardo Pittis, Montecci, Alvi...veinteañeros para la última fiesta de los ochenta. Porque luego llegaría el sueño trágico de Split, la pantera rosa, las ametralladoras.


Y después ya nada volvió a ser lo mismo.   

Tres pivots blancos para el OAR

El domingo empezó una nueva temporada de baloncesto, y aunque oficialmente no da comienzo hasta el Día del Pilar, para mi, para Carmen y para Octavio que estrenamos carné en los tornos del Príncipe Felipe, era el pistoletazo de salida de una ilusionante temporada, estrenado también una rutina que repetiremos a los largo de las 17 jornadas de este curso baloncestístico 2013/2014.


Yendo para el pabellón a la presentación del CAI recordaba momentos de infancia y nerviosismo entrando en el viejo pabellón de Punta Arnela de Ferrol. Me es tremendamente fácil trasladarme a aquella época ya que cuando vives lejos de casa la memoria vuela, recuerda, fantasea, mitifica, y a mi, en este momento y en este blog, mi memoria me pide mitificar aquellas lluviosas mañanas de domingo en aquel pabellón donde empezó todo para el baloncesto profesional español. Si, para mi todo empezó en aquel pabellón y para muchos otros en el Pabellón Municipal de Deportes de Zaragoza (cuando llegué a vivir a Zaragoza me enteré que se le conocía por “El Huevo”), y en el del Baskonia, el del Cotonificio, el del Areslux Granollers, el del Askatuak, el del Caja de Ronda y en todos los pabellones que empezaron a llenarse para ver baloncesto. Todos aquellos equipos, sus historias y sus viejas canchas, su público entregado y sus jugadores calzando las John Smith fueron los que hicieron posible el boom del baloncesto español.


Cuando llegué a Zaragoza y hablé de baloncesto por primera vez aquí con alguien, rápidamente conocí a los mitos del CAI y un nombre se repetía constantemente, el del gran Kevin Magee. Y al momento recordaba aquel número de Gigantes del Basket en el que aquel CAI levantaba la Copa del Rey y una foto en la que salía Magee machacando el aro con unos brazos impresionantes. Esa foto estuvo en mi carpeta del colegio durante todo un curso compartiendo espacio con un tremendo tapón de Nate Davis con la inolvidable camiseta del Miñón Valladolid (prometo hacer varias entradas en este blog dedicadas al gran Davis) y por supuesto con el que fue nuestro primer gran mito en Ferrol: Lars Erick Hansen. Hansen fue un rubio canadiense de origen danés que había sido drafteado ni más ni menos por los Lakers y que estuvo en Punta Arnela la temporada 1980/1981, año del debut de mi querido OAR de Ferrol en la Primera División. En esta primera entrada de este blog miro para atrás para recordar a Hansen, que hizo tan buena temporada que al año siguiente se lo llevó el Barcelona, con el consiguiente llanto mío y de todos mis amigos de patio de colegio que prometimos odio eterno y venganza contra ese todo poderoso Barcelona que nos robaba a nuestra estrella. Pero también para recordar a los siguientes extranjeros que tuvimos en Ferrol, el pivot zurdo Rick Hunger que hizo una discreta temporada y no fue valorado justamente ya que sustituir a Hansen era demasiado difícil, para dar paso en la temporada 1982/1983 al yankee Malcom Cesare, gran fajador bajo los aros. Curiosamente los tres de raza blanca algo que yo no entendía pues empezaba a descubrir la NBA y a aquellos grandes pivots negros que dominaban el baloncesto espectáculo.


El domingo, cuando pasé mi carné por el torno del Príncipe Felipe para ver las nuevas incorporaciones del CAI, sobre todo a los dos georgianos (que ya marcan su calidad desde el primer partido), recordé el Seat 124 de mi padre y como en el coche me iba contando a qué equipo íbamos a ver, recordé el humo del tabaco en aquellas gradas desmontables de Punta Arnela, el ruido, el pitido del árbitro, los gritos de victoria y la ilusión de una ciudad que ya empezaba a oler a perdedora.


Si, el domingo tuve la sensación de rutina en el paseo hasta el Príncipe Felipe, veremos qué nos depara la temporada, el listón está demasiado alto pero la ilusión del niño pequeño que todos llevamos dentro hará que nos divirtamos mucho esta temporada, eso está garantizado.

por Víctor López

domingo, 29 de septiembre de 2013

Cerré los ojos (Trofeo CAI-Ciudad de Zaragoza 2013)

Cerré los ojos...
los volví a abrir. Los belgas dominaban el mundo del basket, el mejor jugador está en el banco demasiado tiempo, como si las rotaciones fueran la mejor manera de enfriar el pescado. Reducimos la posesión de la bomba y los marcadores cada vez tienen menos puntos. La media del máximo anotador en la ACB llegó a estar por encima de 28 puntos. No se puede fumar, no hay hielo en los refrescos.

Cerré los ojos porque ya no había logos en las camisetas. Porque no merecía la pena seguir, Turner, Hopson, Paddio, Toolson, Green, Bannister. Vuelvo a lo de Bélgica, a Finlandia también.
En realidad la última vez que cerré los ojos el único argentino bueno era Marcelo Nicola.
No hay Taugrés, ni Davalillo. Contratamos a Zárate por diez dias, a Iñaki Zubizarreta por media temporada. Se dio un golpe, temblaba.

Cerré los ojos y cuando los volví a abrir todo seguía siendo rojillo y Caísta, pero en el fondo tenemos corazón de Ibercaja. Cerré los ojos y a mi lado estaba sentado mi padre y yo disfrutaba tanto de su compañía como de los partidos. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir le mandé una foto por el móvil para que viera dónde me sentaba. Me lo traeré algún día, seguro.

Cerré los ojos y solo había un equipo bueno en Cantú, Bolonia y Milán. En Siena no ganaban un título desde los sesenta. Cerré los ojos y había un equipo que se llamaba Iraklis y Rigadeu un bizco al que ganábamos siempre. Cerré los ojos y había Korac y Recopa. Cerré los ojos y los negros no jugaban en equipos rusos.

Cerré los ojos y seguían vivos Magee, McDowel y Mel Turpin. 
Cerré los ojos y todavía esperábamos la vuelta de Manel Comas. 

El último fue Cargol. Cuando he abierto los ojos he preguntado por Zapata. Debo tener algo de brujo porque lo he visto en los pasillos del Príncipe Felipe. Cerré los ojos y Scariolo era entrenador del Baskonia. Cuando los he abierto seguía siéndolo. Cerré los ojos y Joaquín Ruiz Lorente estaba en el CAI. He abierto los ojos y seguía en el CAI.

Volviendo a mi duda clave: Por qué no ha jugado más Viktor Sanikidze, llevaba 12 puntos e íbamos de tres.



por Octavio Gómez Milián

sábado, 28 de septiembre de 2013

Los chicos del baloncesto

Se acabó el mundial de baloncesto y España, por primera vez en unos cuantos campeonatos, no jugó por las medallas. En los ojos de unos pocos había algo de incendio; los chicos del baloncesto, los de la logia secreta de Ramón Trecet y Pedro Barthe, cabreados por el inepto italiano que nos había devuelto a los tiempos del desierto. Treintañeros que depositamos nuestras esperanzas en el CAI Zaragoza y la Gigantes del Basket, que aguantábamos despiertos para ver a los Hawks de Mike Fratello en “Cerca de las Estrellas”. Educación emocional, recuerdo a mi padre contándome cómo machacaba de espaldas Claude Riley o describiéndome, con los ojos encendidos, la estampa de Kevin Magee golpeando un bombo al terminar la final de la Copa del 83. Pienso en Mark Davis, en Leon Wood y Ken Bannister, José Luis Rubio y su deportivo con la matrícula 007 —una leyenda urbana que nunca llegué a confirmar. Curiosamente recuerdo estar en la Romareda el día que se mató Fernando Martín y en el bungalow de mis abuelos en Salou cuando se jugó el Preolímpico de Seúl con Romay lesionado, la noche que trataba de seducir a una chica con un ojo puesto en la televisión mientras la selección perdía contra China, el “angolazo”, actualizar de manera compulsiva la edición digital de Marca para seguir los partidos desde Buenos Aires... muchos momentos de mi vida, de nuestras vidas. El día de la final en Japón se me saltaron las lágrimas viendo a Pau Gasol descender cojeando las escaleras del estadio en busca de su medalla de oro. Cuando veo jugar a la selección de baloncesto sé que sienten los colores, que aprietan los dientes cuando suena el himno, que en los lugares pequeños la gloria dura menos pero sabe más dulce. Díaz Miguel que estás en los cielos, sálvanos del monstruo del fútbol, nos la jugaremos en la última posesión de la vida.

Columna publicada en el Heraldo de Aragón del 15 de Septiembre de 2010
por Octavio Gómez Milián

Memoria de jóvenes airados


Ha comenzado una nueva edición del Eurobasket y el equipo español asusta. Se lo noto en la cara a los lituanos y a los griegos, la mirada del tigre ha vuelto, el sueño tiene forma de balón y color anaranjado. Nunca me ha convencido el patriotismo barato que aparece en forma de plaga de banderas y cánticos con las victorias deportivas. El orgullo de ser español circunscrito a gestas intrascendentes de jovencísimos millonarios superdotados físicamente me parece una estupidez mayúscula, casi tanto como la superchería de boina (o txapela, barretina e incluso cachirulo, que de todo tenemos) de los nacionalismos. Y entonces, Octavio, ¿por qué te ves hasta los amistosos de la selección de baloncesto? Supongo que es inherente al carácter contradictorio de un buen español, ni más ni menos. También porque el baloncesto está ligado a mi adolescencia, al Príncipe Felipe, Mark Davis y a la eterna espera de la vuelta de Fernando Martín. Y, por supuesto, porque la mayor parte de los jugadores de la selección han crecido exprimiendo su verano a través de las distintas categorías, involucrándose en un proyecto que ha terminado funcionando magníficamente. El éxito de la planificación, deportiva o industrial, tendría que ser motivo de alegría y celebración. Aunque tengamos que sufrir al agorero de Ramón Trecet (ángel nocturno en muchas madrugadas "Cerca de las estrellas") y al palizas de Iturriaga, defendamos en zona la memoria de los jóvenes airados, los hijos del "angolazo", de los cuartos de final perdidos contra Brasil y Australia, fans de Ferrán Martínez, imitadores de las gafas de Antonio Díaz Miguel (que estás en los cielos), devotos de la Iglesia de los Gasol de los últimos días... apretemos los dientes, que toca volver al trabajo y septiembre se hace muy largo.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 1 de septiembre de 2011
por Octavio Gómez Milián

Drazen y Trecet

Hay veces que la vida se te lanza encima y es muy difícil evitar chocar contra ella. Hace unos días volví a una de mis viejas aficiones, el baloncesto. La euforia por la clasificación del CAI Zaragoza para semifinales de la ACB se diluye entre la voracidad del triste monstruo futbolístico y este estío fallido que no llega. Vuelvo al año 1989, a la final de la Recopa de Eupora de baloncesto: Real Madrid-Snaidero de Caserta. ¿Os acordáis? Seguro que sí, Drazen Petrovic 62 puntos y Óscar Schmidt 44. Y Ramón Trecet radiando la final desde Atenas. Trecet lo sabía todo. Casi todo, en realidad: no sabía que al año siguiente Fernando Martín (que metió los puntos decisivos en la prórroga de aquel partido, no lo olviden nunca, Fernando Martín, con tilde en la í) se mataría en un accidente de coche y que unos pocos años después Petrovic moriría de la misma manera tras jugar con su nueva selección, Croacia. Al final de la década de los ochenta el baloncesto alcanzó su perfección absoluta con los chicos de Yugoslavia. El combinado plavi destrozó todo los mitos, los soviéticos y los norteamericanos, con un juego vistoso que combinada lo técnico y lo físico. ¿Y después? Después odio, muerte y división. Ellos eran los mejores jugando juntos, sin necesidad de mirar su carnet de identidad. Eran los mejores porque tenían algo en común, a pesar de que sus gobernantes, sus imanes y cualquier político con delirios nacionalistas les dijera lo contrario. No me quiero poner moralista pero me acuerdo de Kukoc y Radja con la Jugoplastika, me acuerdo de Don Francisco enseñándonos Geografía en séptimo de EGB. Fuimos la generación que aprendió la geografía europea más fácil de la historia. Eres un trágico, Octavio. Claro, y también nos parecía normal que los equipos griegos ficharan a golpe de talonario a Dominique Wilkins, porque el dinero del Olimpiakos del Pireo salía de los bolsillos de los armadores. Trágico y agorero...no quiero olvidar tampoco los grandes pabellones construidos en todas las ciudades y los pueblos de España. Pabellones titánicos. Era una gran época aquella, construir era gratis, porque el dinero público no era de nadie y todos teníamos que tener una Exposición Mundial (o universal o galáctica, qué sé yo). Aquellas sesiones de televisión de madrugada, cerca de las estrellas, soñábamos con que nuestro compañero de pupitre, el alto, el Pau, jugara en la NBA y nosotros seríamos ingenieros en la NASA o, los más mediocres de la generación más preparada de la historia de España, nos sacaríamos una oposición y veríamos los partidos desde una televisión con las sobras de la tasación de la hipoteca. Esos sí que eran buenos tiempos.

Columna aparecida en el Heraldo de Aragón del 13 de junio de 2013
por Octavio Gómez Milián

El último vals del Indio Díaz

El final del verano coincide con mi cumpleaños y este año me han hecho el mejor regalo en mucho tiempo: un abono de temporada para el CAI Zaragoza. El baloncesto es grande, muy grande: con su épica de partidos trepidantes, con su panteón mítico de enormes individualidades y ese alejamiento mediático que supuso para mi generación la NBA. Cuando estoy un poco bajo de ánimo, se lo voy a confesar, me pongo en Youtube el concurso de mates del All Star del 2009, el día que Rudy Fernández hizo su primer mate con la camiseta de Fernando Martín (con tilde en la i, claro). Todavía soy capaz de recordar uno a uno a los jugadores del equipo que hizo el ridículo en el mundobasket de Argentina 90 o el que perdió con Angola en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Emocionarse con las derrotas es signo de madurez...o eso dicen. En la temporada 90-91, con el Pabellón Príncipe Felipe recién inaugurado, mi padre y yo cogíamos la línea 40 desde la Plaza de San Francisco hasta la Avenida San José con Cesáreo Alierta y caminábamos hacia la Granja, donde se alzaba el imponente polideportivo. Aunque años después disfrutaría de los conciertos de Leonard Cohen o Miguel Ríos, los primeros momentos de pasión entre esas cuatro paredes fueron aquella temporada. Era la época del segundo advenimiento de Kevin Magee y mi último año de EGB. Ruiz Lorente o Fran Murcia, Lucio y Alberto Angulo, Aitor Zárate que vino para diez días, Dani Álvarez que estudiaba ingeniería en el Centro Politécnico Superior, José Miguel Hernández cedido un año en el Magia de Huesca, todos tienen un hueco en mi memoria. Después, parpadeo un segundo y tengo treinta y cinco años y espero las listas de interinos de secundaria cruzando los dedos para tener algún destino. Aunque este curso, por lo menos, volveré al Felipe.
columna del Heraldo de Aragón (1 septiembre del 2013)
por Octavio Gómez Milián